Yo creo que el también me debe recordar. Un hombre adulto, solitario, solidario, misterioso, musical, teatral, espiritual y enamoradizo. A el lo conocí en el 2009 hablando de música y del sentido de la vida. Me invito a su mundo, arriba en unos de los departamentos que están en el Teatro Cariola. Me canto una canción en su piano, se mostraba tímido y me contó de la profundidad de sus pensamientos mientras compartíamos un café Brasileño. El ambiente de su pieza era húmedo. La segunda vez que nos juntamos me acompaño a la prueba para entrar a Ñublense, después fuimos al Mall a comer; Me hablo sobre mis demonios y que debía controlarlos, a mi se me comprimió el pecho, el apetito se me iba de a poco, mantuve mi mirada fija en la de él y sentí que tome un trozo de hielo por mas de una hora. Ambigüedad. La tercera vez recorrimos el teatro, me dejo usar el panel de control de luces para la obra que estaba en función. Reímos mucho, eramos cómplices de la lluvia de estupideces que la vida nos trae. La cuarta y la quinta vez seguí yendo como controladora del panel de luces de la obra de teatro. Luego de eso no lo vi por un buen tiempo. Lo llame para el año nuevo del 2010, me lo agradeció. En el verano de ese año me aparecí y me invito a almorzar. Hoy escucho sus chistes, su voz hablando de mis demonios, de sus historias en Brasil en sus canciones. Creo que lo iré a ver.